ABSTENCIONISMO: EL MAGDALENA HABLÓ DESDE EL SILENCIO

Por: VERUZKA AARÓN TORREGROZA

veruzkaaaron.t@gmail.com

 

 

La fuerza política de Carlos Caicedo se puso a prueba y, una vez más,  venció con creces al resto. En este resto -como diría Rafael Noya- “cabemos todos”, pues no solo los caciques de la política tradicional quedaron descolocados con su triunfo, sino también el partido político del presidente Gustavo Petro, el cual, no tuvo ningún reparo en aliarse con aquellos a quienes por años ha tildado de “extrema derecha” , corruptos e incluso nazis con tal de derrotar al enemigo común.  Carlos Caicedo se consagra como el político con la mayor fuerza electoral del Magdalena, medido en todos los escenarios posibles. Sin embargo, esta victoria tiene un sabor más dulce para él ya que consiguió lo impensable, desenmascarar a una clase política local incoherente y con vocación de perdedora. El 70% de abstencionismo lo dice todo: que mientras Caicedo movilizó a su ejército, el resto de los políticos fue incapaz de inspirar y motivar a los magdalenenses. El Magdalena habló desde el abstencionismo, haciéndole ver a toda la clase política tradicional -incluido Caicedo- que ya no convocan ni representan.  La ciudadanía eligió no elegir. Y esa decisión tiene un peso político mayor que cualquiera de los votos depositados: revela una fractura profunda entre la sociedad y quienes aspiran a gobernarla.

 

El secreto de esta victoria no debería atribuírsele solo a la organización y disciplina de Carlos Caicedo y su militancia, pues al final él también recibió apoyo de otros grupos políticos tradicionales. Sin embargo, este no es el análisis que debe ocuparnos. Lo que debemos es tratar de hacer una lectura profunda sobre ese brutal abstencionismo que a todos dejó aturdidos, así alguno celebre electoralmente. Ese abstencionismo representa el derrumbe moral y estratégico de una clase política que, en términos generales, fue incapaz de ofrecer un proyecto, una causa o una narrativa que convoque. La clase política en su totalidad quedó atrapada en las practicas del cacicazgo tradicional que se vale de los viejos miedos, partidos que se sumaron a coaliciones sin principios o ideales opuestos, que representan la orfandad política que reina en el Magdalena. Perdieron de vista que cuando un liderazgo como el de Caicedo o cualquier otro –a pesar de estar cuestionado por su clientelismo y presuntas conductas delictivas- logra posicionarse no es un accidente electoral, sino la confirmación de una sociedad fallida que es incapaz de reaccionar.

 

El abstencionismo es la factura que los magdalenenses le pasan a los políticos tradicionales por años de improvisación, oportunismo y arrogancia. Preguntémonos ¿Quién de los aspirantes a la gobernación del Magdalena ha estado presente durante los últimos años para hacer un constante debate por las soluciones a los problemas crónicos del Departamento? ¿Quién de esos candidatos u otro político se atrevería a reclamar autoridad moral para orientar el rumbo del Magdalena cuando han sido, en buena medida, actores ausentes en las discusiones de fondo? Dos meses antes de las elecciones ¿en dónde estaban, qué hacían para defender los intereses del Magdalena?

 

Pretender que el territorio del Magdalena es una suma de votos heredables o negociables, es lo que ha impedido en gran medida la construcción de proyectos colectivos de largo plazo. En lugar de fortalecer procesos sociales, los políticos han preferido asegurar “un mapa de cuotas, no de ciudadanos; de favores, no de derechos; de pactos entre élites, no de decisiones democráticas. Esta manera de entender el territorio explica buena parte del desgaste de los políticos actuales. Mientras la población enfrenta problemas estructurales como pobreza, informalidad, inseguridad rural, falta de infraestructura y deterioro institucional, la dirigencia tradicional continúa negociando territorios como mercancías electorales.

 

El Magdalena, otra vez, quedó sometido a lo que “diga Caicedo”. Y no porque él sea invencible, sino porque los demás en donde “cabemos todos” no hemos hecho más de lo que él hasta ahora ha ofrecido. Para la muestra Santa Marta, cuyo poder retomaron las clases políticas tradicionales para no hacer más que confirmar la estructural incapacidad técnica y administrativa de su dirigencia. Parece que el cambio que todos prometen solo se materializa al pasar de mal a peor.

 

La lección que dejan las elecciones atípicas es clara: cuando la clase política renuncia a representar, el silencio de las mayorías es ensordecedor. Pero este silencio tiene un costo para la sociedad en conjunto y es que el poder político deja de ser resultado de la voluntad general y pasa a ser administrado por minorías organizadas.

 

Inquieta lo que este escenario anticipa para el futuro del Magdalena. ¿Seguiremos tolerando una política sin propuestas, de redes de influencers pagados con recursos públicos y sin líderes capaces de convocar desde la coherencia?

 

El abstencionismo habló y lo hizo con contundencia: la crisis no está en el electorado, sino en quienes aspiran a representarlo.

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2 Comments

  • Liliana Mercadal 26 Nov 2025

    Excelente y clarificador articulo sobre un fenómeno que va en aumento en todos los países, el abstencionismo. El descredito en la clase política crece día a dia

  • Enelmargen 26 Nov 2025

    Grosso modo:
    – ¿Como no entender y comprender lo que se tiene por «la política»/»los políticos» como algo que no es otra cosa que la mismísima degradación/degeneración como sistema; en suma, la corrupción que en todas partes está entrecruzando todo?
    – ¿Será que el punto es apostarle al hecho de que esa «orfandad política que reina en el Magdalena» desemboque furiosa y lleve, por fin, a reivindicar La Polìtica; lo cual, de fácil, nada tiene?

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