Decían los abuelos que “en el desayuno se sabe el hambre del día”. La frase popular resulta especialmente útil para describir lo que, desde la campaña presidencial, se advertía como el talante del gobierno de Gustavo Petro: un mandato atravesado por el escándalo permanente. Desde el 7 de agosto de 2022, Colombia no ha tenido una sola semana sin que el Ejecutivo se vea envuelto en enfrentamientos con actores de la política nacional e internacional, ni sin que afloren denuncias por tráfico de influencias, conflictos de interés o presuntos hechos de corrupción contra el propio gobierno.
Lejos de tratarse de episodios aislados, la reiteración de estos patrones del gobierno revela un problema estructural. El gobierno Petro ha hecho de la confrontación un método y del conflicto una estrategia para distraer la atención sobre sus errores de gestión y pobre ejecución. Cada polémica, en lugar de resolverse con explicaciones claras y correctivos institucionales, deriva en una nueva arremetida retórica desde la Casa de Nariño, donde la crítica es presentada como conspiración y el control democrático como persecución política.
El presidente Petro ha optado por gobernar desde la tribuna, las redes sociales y el discurso incendiario. Sin embargo, gobernar no es agitar pasiones ni dividir al país entre partidarios y opositores. Gobernar implica construir consensos, respetar la separación de poderes y comprender que el ejercicio del poder exige mesura, responsabilidad y autocontención. Pero, estos aspectos no han sido considerados, todo lo contrario.
Cuando el jefe de Estado descalifica a las cortes, desacredita a los medios de comunicación, tensiona innecesariamente las relaciones internacionales o personaliza cualquier debate público, lo que se resiente no es solo su imagen, sino la estabilidad institucional del país. Ejemplo de esto, es la Nota de Protesta elevada por el gobierno chileno ante el comentario del mandatario colombiano en la plataforma social X ante los resultados electorales que le dieron la victoria de la Presidencia de Chile, José Antonio Kast: “el fascismo avanza, jamás le daré la mano a un nazi y a un hijo de nazi, tampoco; son la muerte en ser humano. Triste que Pinochet tuvo que imponerse a la fuerza, pero más triste ahora es que los pueblos elijan su Pinochet: elegidos o no, son hijos de Hitler y Hitler mata los pueblos. Es el demonio contra la vida y todo latinoamericano sabe resistir”.
A esta dinámica se suma una contradicción que erosiona la credibilidad del llamado “gobierno del cambio”. La promesa de una transformación ética de la política quedó rápidamente opacada por escándalos relacionados con la financiación de la campaña presidencial, nombramientos cuestionables, conflictos de interés y la presencia de familiares, amigos y viejos operadores políticos en círculos de poder. Todo esto ha derivado en una implosión del Gobierno. Día a día surgen ataques de miembros del gabinete entre sí o contra excompañeros que, heridos al salir por la puerta de atrás, deciden exponer las grietas que deja el derrumbe moral. Durante la última semana la opinión pública ha tenido que observar la batalla campal en que se ha convertido la Casa de Nariño debido a los ataques entre Armando Benedetti (Ministro de Interior), Carlos Carillo (Director de UNGRD) y Luis Carlos Reyes (Ex Ministro de Comercio). Los calificativos entre unos y otros no se compadecen de la institucionalidad que han representado. Pese a estas impresentables conductas, el presidente Petro, en lugar de llamar al orden, cuando su agenda de comentarista internacional se lo permite, interviene no como Jefe de Estado sino como un implicado más en el conflicto.
Mientras tanto, los problemas reales y urgentes de la nación quedan relegados a un segundo plano. La inseguridad se agrava en vastas regiones del país, la incertidumbre económica ahuyenta la inversión, el sistema de salud atraviesa una crisis profunda y las reformas estructurales se anuncian con estridencia pero se gestionan con improvisación. El país vive en una permanente tormenta política que consume la agenda pública y desvía la atención de la gestión y los resultados.
A estas alturas, lo colombianos debemos reconocer que el cambio no puede edificarse sobre el caos, la confrontación constante y el debilitamiento de la confianza ciudadana. Una democracia no se fortalece desacreditando a sus instituciones ni estigmatizando a quienes ejercen control o formulan críticas legítimas.
Al final, la advertencia popular vuelve a cobrar sentido: el desayuno sí anunciaba el hambre del día. Un gobierno que desde sus primeros pasos mostró desorden, soberbia frente a la crítica y una peligrosa confusión entre liderazgo y mesianismo no podía ofrecer un rumbo distinto. El llamado “cambio” terminó atrapado en los mismos vicios que decía combatir, pero con un agravante: el deterioro moral y discursivo de la jefatura del Estado.


2 Comments
Máximo José Polo Pérez 17 Dic 2025
La narratíva de los medios hegemónicos corporativos, descalifica y falsea datos y miente de manera descarada.
El gobierno y el presidente Petro presentan un “deterioro moral “ no obstante Donald Trump con las publicaciones de Jeffrey Epstein que lo involucran directamente, así como a líderes políticos de Colombia como pederasta, así como otros escándalos, piratería estatal de buques petroleros, genocidios, deterioro de la economía, de manera infundada y sin pruebas con Gustavo Petro lo incluyen en la lista Clinton o SDNT list.
No podemos ser irresponsables y presentar informes sesgados ya que el lector puede estar bien informado o no, y el relato que se presente sea publicidad política ideológica.
La extrema derecha Colombiana cada día tiene menos seguidores porque ha gobernado de manera fallida, quiere recuperar la presidencia para seguir robando.
Afortunadamente las redes sociales son más poderosas que los medios hegemónicos por lo que habrá más senadores y representantes que legislen a favor del pueblo.
Ni un paso atrás
Por supuesto que hay mucho que corregir y mejorar, sin embargo la Colombia profunda ha tenido más beneficios en éste gobierno que con los anteriores.
Confío plenamente que el pueblo sabrá elegir al próximo presidente y tener mayorías en el legislativo y se puedan implementar las reformas que tanto necesitamos.
Otra Colombia más equitativa es posible.
Liliana Mercadal 17 Dic 2025
Qué pena que un país tan hermoso y con tanta riqueza cultural esté atravesando momentos como éste.